
Julio, 2020
Durante la pandemia de COVID-19 en México se ha evidenciado al personal de salud como uno de los actores centrales del sistema sanitario, así como la brecha que existe entre la planeación teórica de atención a la salud, la compleja operación de los distintos mandos de organización y la trinchera donde el médico está frente al paciente. No olvidemos que el personal de salud está conformado por trabajadores con obligaciones laborales que dependen de sus responsables directos, por lo que la realidad pocas veces refleja la planeación política.
Uno de los principales problemas de la atención de pacientes infectados por COVID-19 son los equipos de protección personal. Si bien a nivel gubernamental se ha realizado la compra de insumos, muchos médicos no cuentan con ellos. Son generalizados los testimonios del personal de salud sobre cómo se han visto obligados a comprar equipos con recursos propios. Los gastos derivados de la necesidad de protegerse pueden oscilar entre tres y seis mil pesos mexicanos (100 a 300 USD) y, a pesar de trabajar en instituciones gubernamentales, la urgencia de cuidarse obliga a realizar dichos gastos.
Por otro lado, el uso de los dispositivos de protección también implica otros problemas: colocarse y retirarse el equipo exige una técnica rigurosa que, de no seguir estrictamente, genera riesgos de infección. Una vez puesto el traje, no se puede tomar agua, ir al baño o tomar un descanso. El calor se acumula y la deshidratación puede presentarse con las consecuentes repercusiones físicas. Otro punto a destacar es el desgaste que implica comunicarse con pacientes y compañeros, pues el uso de caretas y cubrebocas requiere alzar la voz constantemente; al final del día, puede presentarse dolor de garganta, lo que podría confundirse con un síntoma de infección. El pesado uso del equipo de protección, el estrés, la falta de descanso, la deshidratación y permanecer de pie por horas son causas frecuentes de molestias como calambres, reacciones en la piel y dolores musculares.
Otro aspecto importante corresponde al sistema de organización, donde cada sede es un micromundo y los lineamientos nacionales no siempre están presentes. Desde esta óptica, han surgido inconformidades por desigualdad en el trabajo. Se ha evitado que trabaje el personal que se encuentra dentro del grupo de alto riesgo, lo cual es muy importante. Sin embargo, también existe un desgaste por los trámites innecesarios para hacer constar su condición de salud. En otros casos, los médicos se ven en la necesidad de renunciar ante la imposibilidad de incapacitarse, a pesar de comprobar su pertenencia a un grupo de riesgo. Lo anterior, evidencia que el derecho a la protección de la salud puede provocar la vulneración de su derecho a conservar la fuente de trabajo. Por otro lado, los médicos activos han cubierto su jornada laboral con mayor carga de trabajo, debido a la ausencia de sus colegas, percibiendo el mismo nivel de ingresos, sin incentivos, lo que ha provocado enojo y frustración.
Existe una fuerte carga emocional del personal de salud por el temor de contagiar a su familia, miedo a enfermar o morir. Percibir el sufrimiento y la agonía de los pacientes es una fuente importante de frustración. El médico sabe que un paciente intubado a un respirador cuenta con bajas probabilidades de sobrevivencia, lo que puede hacer que se sienta inútil ante la enfermedad. Algunos galenos cuestionan su labor profesional o la utilidad de sus servicios al observar, impotentes, que en un turno mueran decenas de pacientes infectados. Como un mecanismo de afrontamiento poco adaptativo, se ha incrementado el consumo de fármacos para dormir, etanol, estimulantes y otras sustancias. Ante el desgaste y la vulnerabilidad a su salud mental, existe un alza en el riesgo de presentar trastornos psiquiátricos como insomnio, estrés postraumático, ansiedad y depresión, llegando a casos extremos y lamentables como los suicidios consumados.
Lo anterior, intenta brindar una mirada de lo que médicos y personal de salud han vivido durante la pandemia. La precariedad y el desafío que se presenta para este grupo de trabajadores valientes y entregados debe ser un mensaje claro para entender que, como sociedad, todos debemos cooperar para salvaguardar nuestra salud y la de ellos.






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