
ABRIL 09, 2018
El pasado 26 de noviembre de 2017 en el estado de Oaxaca, el niño Edward de tres años sufrió un accidente mientras jugaba, lo que le ocasionó una fractura en el brazo izquierdo. Los padres del niño lo trasladaron al hospital para recibir atención médica, sin embargo, después de algunas horas de ser intervenido quirúrgicamente, Edward fue declarado muerto. Los padres demandaron al médico tratante, lo que derivó en un dictamen en contra del médico, imputándole el delito de homicidio con responsabilidad médica. El caso desató polémica en el gremio médico y distintos sectores de la sociedad mexicana. Este 8 de abril, en diferentes estados de México se realizaron marchas de médicos y personal de salud, para exigir justicia y la liberación del médico tratante bajo la premisa de: “Los médicos siempre actuamos con la intención de ayudar y curar a los pacientes, nunca de dañarlos”.
Este episodio pone de manifiesto un aspecto que poco se conoce, del cual poco se habla, pero que involucra a muchos. Me refiero al estrés laboral en el ámbito profesional, e incluso en el ámbito estudiantil a nivel profesional. Los números son contundentes e irrefutables, citemos algunos ejemplos: En el reporte Berkeley 2014, se estableció que 43–46% de los alumnos del área de biociencias, cursaban con algún tipo de depresión. A nivel de estudios de posgrado un reporte de la universidad de Arizona en 2015 mostró que la gran mayoría de los alumnos se encontraban sometidos a niveles de estrés mayores que el promedio, desarrollando alteraciones relacionadas como ansiedad y depresión.
En el caso de los estudiantes de medicina, numerosos estudios realizados en distintos países han mostrado consistentemente, que alrededor del 60% de los estudiantes se encuentran sometidos a niveles muy altos de estrés, desarrollando enfermedades relacionadas que tienden a incrementarse drásticamente a medida que se avanza en los estudios de la licenciatura. Sin embargo, los problemas no se detienen ahí, los médicos en capacitación de una especialidad médica pueden alcanzar niveles de estrés, desgaste físico, emocional-mental (burnout) y enfermedades relacionadas como depresión y ansiedad, hasta en un 70-80%. Los estudios también han mostrado que las mujeres son más vulnerables ante esta problemática siendo más susceptibles a problemas psicoemocionales.
El caso arriba presentado es un ejemplo del nivel de presión psicoemocional al que se encuentra sometido el personal de salud en su desempeño profesional, pudiendo considerarse a éste como riesgo de trabajo, sin embargo, las leyes no lo consideran así. El balance entre la vida personal y el trabajo se encuentra íntimamente asociado con un bienestar físico y mental, no obstante, cuando las horas de estudio o trabajo son abundantes, sin el tiempo respectivo de esparcimiento y descanso, la salud obligatoriamente se trastoca. Por su puesto esta problemática no corresponde al ámbito personal o privado de los estudiantes o profesionales, corresponde al ámbito de la salud pública y de la protección a la salud física y psicoemocional a la que todo trabajador tiene derecho. No alcanzaremos niveles óptimos de salud en la sociedad, mientras no se ofrezca salud a los futuros profesionales y a los prestadores de servicios. Existen áreas fundamentales y estratégicas en la vida de una sociedad, ¡no hay mayor prioridad que garantizar la salud de todos!
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