La parte más compleja del cuerpo humano es justamente la más inmaterial y a la que le debemos lo que somos como especie, me refiero a la mente. Cuando en un momento de reflexión hacemos un repaso de todas nuestras acciones, de lo que pensamos y de lo que sentimos, estamos explorando nuestra propia mente.
Seguramente, después de una exploración de este tipo pueden aparecer cosas agradables y desagradables, cosas a recordar o algunas que desearíamos olvidar. También encontramos lo que no nos gusta y que desearíamos cambiar por completo, pero que por alguna razón es extremadamente difícil de modificar y se repite una y otra vez, creando en ocasiones dolor y sufrimiento. Los humanos tendemos a sufrir por insatisfacción o frustración cuando algo no nos gusta, cuando no es de la forma que deseamos o cuando nos enfrentamos a lo desconocido donde no sabemos cómo proceder.
A lo largo de la vida de la humanidad, hemos actuado por motivaciones compartidas, que mueven pueblos enteros, crean civilizaciones, religiones o culturas. Sin embargo, el estar inmerso en una cultura y pertenecer a una sociedad, no borra de ninguna forma nuestra identidad individual. Seguimos inquietos con nuestros pensamientos, buscamos nuevas fuentes de motivación y deseamos alcanzar “algo” que tal vez no sabemos que es, pero que lo deseamos muy intensamente. Muchos pensadores, filósofos y científicos se han ocupado en entender la mente humana, de tratar de explicar cómo está conformada y de buscar herramientas para transformar la frustración y el dolor. La medicina ha aportado mucho en este campo a partir del conocimiento sobre la función del cerebro, sin embargo, aún estamos muy lejos de poder conocer los elementos funcionales más básicos que nos ayuden a incidir sobre los mecanismos de la mente. No obstante, numerosos años de conocimiento empírico y científico nos han dejado ya algunas directrices sobre lo que es benéfico o perjudicial para la mente humana.
Es importante destacar que los conocimientos médicos actuales se centran en encontrar un beneficio bio-psico-social de las personas, donde al no encontrarse en óptimas condiciones una de las tres esferas, puede ocurrir un desbalance que impacte creando enfermedades o reduciendo la calidad o cantidad de vida de alguien. La mente humana define lo que somos y lo hacemos, define nuestra existencia y nuestra memoria, pero también define los parámetros de lo que es benéfico o perjudicial para el cuerpo y la salud. Cuando alguien no puede identificar lo que le es dañino, es menester de la sociedad hacérselo saber. Nuestra mente tiene formas de ocultarnos lo que no queremos ver, de enmascarar lo perjudicial e impedirnos reaccionar ante lo que nos daña. Es en este sentido que la sociedad es la responsable de no aislar a sus miembros, de orientarlos y de ayudar a aquellos que no están en posibilidades de hacer algo por sí mismos.
Un ejemplo claro a este respecto son las acciones que la medicina psiquiátrica puede aportar, o lo que las distintas terapias han mostrado en beneficio de determinados padecimientos. Pero también encontramos comités de expertos destinados a debatir, discutir y analizar situaciones extraordinarias donde la vida humana se encuentra en un límite. Hace algunos meses se discutió el caso de Aurelia Brouwers, una paciente holandesa de 29 años, que no obstante su juventud, vivía una vida llena de dolor y sufrimiento. Aurelia portaba una condición excepcional de alteración mental donde de acuerdo con distintos expertos ninguna opción de tratamiento logró ayudarla, y así fue como su caso se evaluó en “Levenseindekliniek”, la clínica del «fin de la vida», en La Haya y se consideró que, si no se encontraba otra alternativa, y por solicitud de la paciente, podría someterse a eutanasia.
Este caso como algunos otros cobran atención mediática y podrían hacer pensar que en condiciones similares no hay opciones de tratamiento. Pueden dar la falsa imagen de que la ciencia, la medicina o la psicología no pueden aportar nada ante los distintos padecimientos de la mente. No hay nada más falso, hoy día contamos con la mayor cantidad de información sobre el funcionamiento del cerebro y su relación con distintos padecimientos psico emocionales. Contamos con herramientas farmacológicas que han ayudado a que las personas con dichos padecimientos puedan llevar una vida integrada y funcional en la sociedad. Las distintas terapias psicológicas apoyan en el conocimiento y control de la conducta de muchos casos que requieren de apoyo estrecho y constante.
Es menester de toda la sociedad, del sector médico y del gubernamental buscar el bienestar de los ciudadanos, de ayudar en su desarrollo físico, mental y emocional. Es menester de todos apoyarnos creando redes de ayuda que permitan disminuir el dolor y el sufrimiento ajeno. Es menester de cada uno de nosotros buscar nuestra felicidad, buscar nuestro bienestar físico y emocional. En términos de la salud todos tenemos un deber por cumplir y un apoyo que dar.
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