La sociedad contemporánea se caracteriza por una fuerte influencia de las redes sociales en línea como Facebook o Instagram, donde la participación de los jóvenes es muy alta. Los científicos han determinado que hoy por hoy la interacción a través de las redes sociales es tan importante como la que se da ante una convivencia presencial, ya que una de las funciones elementales de la comunicación humana es el intercambio de información.
El contacto con otras personas permite que se mantengan al día para compartir emociones, experiencias e información, lo que genera la sensación de inclusión, es decir da la sensación de pertenencia a un grupo con intereses compartidos. La tendencia natural de cualquier persona es la búsqueda por encajar en un grupo donde compartir gustos, conductas y pensamientos. Otro aspecto primordial es que también somos propensos a imaginar o inferir ¿qué es lo que los otros podrían estar pensando o haciendo? A este respecto, nosotros y otros animales sociables, somos muy vulnerables ante la exclusión social, lo que produce una sensación de pérdida de pertenencia y puede ser una fuente importante de ansiedad. Otra impresión que se puede experimentar al ser excluidos de un grupo es sentirse inútil, debido a que constantemente nos comparamos con los otros para “tener una estimación” de nuestro valor personal. En el caso de las redes sociales en línea, si no nos mantenemos conectados, si no estamos recibiendo información de nuestros grupos, o simplemente si no nos mantenemos al tanto de lo que todos saben, puede generar una sensación de que nos están excluyendo.
La exclusión o la sensación de encontrarse “desconectado del grupo” también puede generar la impresión de que se está perdiendo de algo. Así que tendemos a imitar conductas que otros hacen y nosotros no. La sensación de perdernos de eso que los demás hacen o piensan puede generar altos niveles de estrés o inclusive ansiedad. Puede ser que eso de lo que nos estamos perdiendo sea algo satisfactorio, o simplemente una experiencia que nosotros no hemos experimentado. He aquí la razón por la que podemos ver ríos de personas asistiendo a determinados eventos, siguiendo conductas específica en las redes sociales, o comprando lo que todos compran, como ha sucedido en la contingencia mundial del COVID19. Los expertos le han denominado a este fenómeno FOMO (fear of missing out), por sus siglas en inglés. El fenómeno del FOMO originalmente se consideró como ansiedad por perder una experiencia placentera que los otros están experimentando. En otras palabras, la ansiedad se genera por identificar en los otros una necesidad sobre algo, que yo no tengo. Lo más importante sobre este fenómeno es que corresponde a una conducta innata, es decir todos experimentamos esa sensación desde el nacimiento y no es aprendido. Esta sensación es mucho más importante en las redes sociales en línea debido a que son prácticamente una extensión de nuestra persona.
En estos días, en los que estamos sumergidos en la pandemia del COVID-19 constantemente intercambiamos información y compartimos en grupos. Sin embargo, el tipo o el sentido de la información que intercambiamos depende de nuestra percepción del riesgo, basados en nuestras experiencias pasadas ya sean directas e indirectas. Así las situaciones de emergencia en las cuales nos pudiéramos haber involucrado determinarán nuestra visión de lo que vivimos en la epidemia del COVID19, así se puede compartir el pánico, el pensamiento mágico o el desdén por lo que está ocurriendo.
Ante este escenario, ¿qué podemos hacer? Lo primero es mantenernos informados de fuentes confiables y profesionales. Tener claro cuáles son las medidas que debemos practicar y empezar a ejecutarlas. Si no ponemos especial atención en las guías de lo que hay que hacer, no estaremos en condiciones para enfrentar con efectividad la emergencia. La epidemia del COVID-19 es un problema que puede afectarnos a todos, donde el mayor riesgo es la muerte, así que reaccionar con conductas de grupo o de rebaño, solo provocarán caos y desabasto. Los comercios, farmacias y centros de suministro empiezan a mostrar filas de personas peleando por cosas tan irracionales como papel higiénico, vitaminas o antigripales. La sensación de perder algo si no se compran estos productos crea más problemas, son fuente de contagio y no brindan ninguna preparación que ayude a combatir la emergencia del COVID19. La próxima vez que sientas la necesidad de comprar lo que otros compran pregúntate ¿para qué lo quiero? ¿Por qué lo compro? En esta emergencia la conducta que debemos de replicar es: lavarse las manos constantemente, utilizar geles a base de alcohol a más del 70%, limpiar superficies de casa o trabajo con soluciones de cloro o agua oxigenada, mantener el distanciamiento social y la confinación en casa, estas son las conductas que entre todos debemos convertir en conducta de rebaño.
Para enfrentar cualquier tipo de desastre se requiere estar preparado, lo cual no puede ocurrir sin una guía clara de qué hacer y cuándo hacerlo. Los esfuerzos de preparación ante desastres y emergencias se centran en reproducir buenas acciones y generar la solidaridad para cuidarnos unos a otros.
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