Se podría especular que desde que existe el humano su principal tarea se ha basado en aprender a sobrevivir. Sin embargo, también se descubrió el placer de vivir y junto con él, la búsqueda del bienestar. A partir de ahí, la vida humana se ha hecho más y más compleja acarreando desigualdades, injusticias y sufrimientos. Cuando los afectados son una mayoría, surge la determinación de cambio, creando revoluciones sociales o de pensamiento.
La sociedad busca nuevas formas de inspiración en la infinita creatividad de la inteligencia humana. Así surgieron voces como la de Rousseau, que inspiraron un nuevo sistema educativo nacional durante la Revolución francesa, y muchos años después, su pensamiento dio pie a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948).
En dicha declaración se plasman las necesidades elementales de todo humano, entre las que destacan: “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr” y “el derecho a la educación”. En la medida que una persona tiene cubiertos sus derechos podrá contribuir de manera más activa con el desarrollo de la sociedad a la que pertenece. El estado procura otorgar los medios para la cobertura de salud o brindar la educación, sin embargo, en sociedades complejas como la nuestra dicha tarea no es nada fácil. No basta con crear instituciones, mecanismos de control, sistemas de organización y destinar recursos. También se hace absolutamente necesario garantizar que los objetivos se cumplan en la vida cotidiana de la sociedad.
En México contamos con grandes instituciones de salud y educación que están a la vanguardia científica y tecnológica, pero aun enfrentamos una gran crisis funcional. En el ámbito de la salud no existe una adecuada cobertura, oportuna y de calidad. La salud de los mexicanos se encuentra mermada por problemas como la diabetes tipo II, la obesidad, el estrés y la desnutrición. En este sentido, una sociedad que no es sana no cuenta con el derecho fundamental a la salud.
Lo mismo ocurre en términos de educación, contamos con los niveles nacionales más bajos de analfabetismo, pero a la par, cuántas personas pueden ejecutar tareas básicas como seguir instrucciones de un aparato o programa electrónico, realizar adecuadamente trámites burocráticos, resolver conflictos laborales, es decir, mantener una optima relación con su entorno. Estos problemas, también son del ámbito de la educación y a su limitación se le denomina analfabetismo funcional. El derecho a la educación se encamina a ser un mediador entre el individuo y su entorno, entender diferentes culturas y formas de pensar, se encamina a gestar la tolerancia y el respeto, a crear una convivencia que favorezca el crecimiento individual y colectivo.
Una sociedad no requiere de números de cobertura de salud, de números de personas alfabetizadas, una sociedad requiere de desarrollar una población sana, sensible, receptiva y participativa, que ayude a generar sus propias fuentes de bienestar y satisfacción. Los derechos humanos fundamentales no son una utopía, son una necesidad de la vida humana. Mientras existan enfermedades prevenibles, mientras exista el analfabetismo funcional, no estaremos accediendo a dos de los derechos humanos más fundamentales. Siempre se puede hacer más con menos, pero ¿cómo lo podemos hacer mejor?






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